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Wellington de Jesús Pérez Colón, un joven que nació sin brazos, ha logrado su sueño de convertirse en licenciado en Comunicación Social en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en la modalidad de producción audiovisual.



Aunque su primera idea era estudiar ingeniería, su vocación de servicio lo llevó a cambiar de carrera y perseguir su verdadera pasión.


El pasado sábado, en la 107ma graduación de la PUCMM, el sacerdote Secilio Espinal, rector de la universidad, entregó el título universitario a Pérez Colón.


En una historia publicada en la revista de la PUCMM, se establece que la abuela de Wellington, Olivia Pérez, lo acompañó en su graduación.


 Cuando ella subió a la tarima a recibir el diploma en representación de su nieto, alzó su puño en señal de victoria frente a un escenario que se puso de pie, en reconocimiento a su hazaña inspiradora.


Desde muy joven, Wellington admiraba a sus primos haciendo tareas y asistiendo a la escuela, lo que le inspiró a seguir sus pasos. Después de varias solicitudes, fue aceptado a los 9 años en una escuela en su lugar de nacimiento, el barrio Duarte en Santiago Oeste, donde contaba con dos mesas: una para sentarse y otra para que sus pies pudieran sostener un lápiz y un cuaderno.


 Así, logró completar sus estudios primarios. Después de finalizar la escuela primaria, Wellington deseaba continuar su educación e ingresar al bachillerato.


 Fue a través de un reportaje periodístico sobre su ejemplo de vida, publicado en el periódico El Caribe, que un empresario de Santiago se interesó por su historia y decidió apoyarlo.


 Wellington asistió al Colegio Juan XXIII de la PUCMM, donde fue aceptado como cualquier otro estudiante y terminó sus estudios secundarios con éxito.


 En su graduación de bachillerato, Wellington recibió una sorpresa que cambió su vida: el entonces rector de la universidad y director del colegio, Monseñor Agripino Núñez Collado, le otorgó una beca completa en la PUCMM.


 «Mi vida cambió, no me lo creía, me quedé mudo, nervioso, sin poder hablar y mi abuela menos. Estaba desesperado por comenzar en la universidad», recuerda con lágrimas Pérez Colón.

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