A los regidores y diputados de Santiago:



Con profunda indignación me dirijo a ustedes. Porque mientras muchos de nosotros luchamos desde nuestras comunidades, con principios, compromiso y solidaridad, ustedes —los que prometieron representar al pueblo— han optado por el olvido y la indiferencia.


Han olvidado a los compañeritos y a la compañerita. Han olvidado los rostros que los acompañaron, los esfuerzos que se hicieron para ponerlos donde están. ¿Dónde están ahora ustedes? ¿En qué oficina cómoda, en qué discurso vacío, en qué fotografía superficial se esconden?


No se engañen: ser regidor o diputado no es un privilegio, es una responsabilidad sagrada con su gente. Y cuando ustedes se olvidan de quienes los apoyaron, cuando ignoran las voces del pueblo, pierden no solo su autoridad moral, sino también nuestro respeto.


Para mí, ustedes no cuentan. No por odio, sino por decepción. Porque no se puede contar con quienes no saben responder con lealtad, compromiso ni memoria.


Les recuerdo que el poder no es eterno, y que la historia siempre cobra facturas. Hoy pueden sentirse grandes cosas, pero para quienes creemos en la justicia y en el pueblo, no son más que un ejemplo de lo que no debe volver a pasar.


Pachaproducción